Crecimiento 2015: un llamado a evitar la auto-complacencia
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Hermann González
Las Cuentas Nacionales de cierre de año publicadas por el Banco Central entregaron antecedentes claves sobre el crecimiento económico, su dinámica y composición. Estos antecedentes vienen a ratificar lo que veníamos estimando en base a información parcial, especialmente en lo referido a que el crecimiento económico se aceleró en la segunda parte del año pasado y que esa aceleración se vincula estrechamente con el aumento del gasto público.
En los últimos dos meses las cifras de actividad se han ubicado sobre las expectativas de mercado y, en el trimestre móvil terminado en enero, el crecimiento trimestral anualizado se empinó hasta 4,9%, dando cuenta de una genuina aceleración de la actividad y no solo de favorables efectos base. En este contexto, los analistas han ajustado al alza sus proyecciones para el crecimiento de este año de 2,6% a 2,8%, poniendo término a la persistente corrección bajista que tuvo lugar durante todo el 2014. Por su parte, el gobierno se ha mostrado optimista, señalando que la economía podría crecer más de 3%, pero el mercado mira con incredulidad estas estimaciones y los empresarios no comporten el optimismo.
¿Qué está detrás de esta diferencia de visiones entre el gobierno por un lado y los empresarios y analistas por otro? Básicamente la composición del crecimiento y las señales que entrega la autoridad. La mayoría de las empresas no perciben consumidores ávidos por gastar ni tienen en carpeta proyectos de inversión o contratación relevantes para los próximos años, excepto las que tienen alguna vinculación comercial con el Estado. Por otro lado, el llamado de la autoridad a cuidar las expectativas se encuentra de frente con la realidad cuando, por ejemplo, se comienza a discutir una reforma laboral que no toma en absoluto en cuenta las opiniones de los economistas ni de los empresarios.
Lograr un crecimiento en torno a 3% este año parece factible, pero no es para sentirse satisfechos, ni está exento de riesgos. Este crecimiento se ubica por debajo incluso de las visiones más conservadores del crecimiento potencial de la economía chilena y descansa en gran medida en el potente aumento del gasto público que se está inyectando desde Teatinos 120. Por el contrario, la demanda interna privada continúa deprimida. Es más, los indicadores de consumo privado de inicios de año, como ventas de automóviles e importaciones de bienes de consumo, registran una evolución que preocupa. Este año veremos, en el mejor de los casos, una expansión del consumo de las familias similar al del año anterior que puede considerarse como un crecimiento vegetativo y un nuevo retroceso de la inversión privada, aunque no con la intensidad del año 2014 y compensado por el incremento de la inversión pública.
Finalmente, pensando en el mediano plazo, es claro que el gasto público no podrá mantener el crecimiento por mucho tiempo, de manera que si no mejoran las condiciones para la inversión y el consumo privado, especialmente en lo relativo a la confianza, tendremos que acostumbrarnos a mediocres cifras de crecimiento. El gasto público no es suficiente y restablecer la confianza necesita, al menos, que se incorporen visiones técnicas transversales y la experiencia empresarial en los proyectos de ley que se discutan en lo venidero y que tengan implicancias económicas directas o indirectas.